PORQUE TODOS TENEMOS ANTOJOS

martes, 1 de noviembre de 2011

Norberto (3 de 3)

Norberto estaba sentado en la esquina de la habitación. Quieto, callado, fumando tranquilamente un cigarrillo negro.
Había disfrutado muchísimo al ver las maniobras de su empleado para convencer a Soledad de tener sexo delante de un extraño. Y lo excitaba de sobremanera ver a esa pendeja que se movía tan bien con la guita entre las tetas. Cómo lo calentaba ese bamboleo de ritmo cambiante. Pero no se iba a masturbar delante de su empleado. No, no, no. Debía demostrar hasta el último momento quién manejaba la situación.
Y qué linda piba… le recordaba tanto a Silvana en los años en que empezaron a jugar a ser novios en los pasillos de la facultad. Tanta energía, tanta pasión, tanta juventud. ¿En qué momento se convirtió en una mina aburrida? ¿Cuándo dejó de ser esa chiquita rebelde con ojos brillantes? ¿Cuándo se durmió dentro de ella esa mujer apasionada por las ideologías, esa leona incansable que se comía a sus rivales, esa joven que con un guiño podía derribar y poner de rodillas a la convicción más férrea…? Cuánto la había amado. Hubiera hecho cualquier cosa por ella, por su chica, por su amor. Y ahora…
“¿Tenía necesidad de encamarse con este pendejo, en mi propias narices?” Y la idea que lo golpeaba una y otra vez.

“Dale hermosa, sé buenita, movete como siempre y olvidate del viejo”, podía adivinar que le susurraba Diego al oído de su novia mientras la penetraba.

A Soledad la había visto por primera vez en el ascensor una tarde que ella fue a buscar a su chico a la oficina nueva. Subieron juntos en planta baja. El le clavó la miraba en la nuca y la recorrió hasta los talones. Qué hermosa. Y ella ni siquiera se había percatado de su presencia. Ni una mirada de reojo. Nada. Allí se dio cuenta que se estaba convirtiendo en un viejo para las jovencitas. “Qué triste”,pensó.
Luego, vió como se bajaba y se acercaba a la recepción, haciéndose anunciar. Una chica tan bella con ese pelele insignificante. Y sin embargo…
“Maldita Silvana. Puta. Sos una puta”.

“Dale bebé, movete así. Me encanta. Sos muy linda”,seguía arengando Diego.

No tuvo que sacar a relucir sus dotes de abogado calificado y elocuente cuando lo llamó a negociar. Fue más simple de lo que pensó. “Quiero ver cómo te cogés a tu novia y no me importa qué hagas para convencerla. En dos meses el nuevo puesto es tuyo. Y no se te ocurra volver a tocar a mi mujer”, resumiendo, fue lo que pasó en esa charla.

Qué linda que era Soledad. Y presumía de toda esa belleza delante de sus ojos que la comían despacio, como el día del ascensor. Tan decidida, tan simpática, tan extrovertida, tan joven.
Ya va a pergeñar qué hacer con ella. Pero eso será otro día. Hoy estaba muy excitado y cansado y asqueado y celoso y complacido y furioso y triunfante y patético.
“Ahora voy a casa y me masturbo tranquilo”, pensaba, mientras miraba a Diego subirse los pantalones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Acá nos tratamos con respeto.