PORQUE TODOS TENEMOS ANTOJOS

lunes, 14 de noviembre de 2011

José Gris



José estaba aburrido.
Claro que, todavía, no era conciente de ese hecho.
Las evidencias se hicieron físicas en pocas semanas. Comenzó a tener más sueño del normal, tenía menos hambre y las comidas que solía comer le traían acidez, se le empezó a caer el pelo, a la mañana no quería levantarse y a la noche le costaba ir a la cama, tenía más ganas de quedarse solo tomando una copa de vino que de recostarse en el sillón escuchando música abrazado a su pareja, el sexo se había convertido en un acto rutinario de los viernes o sábados por la noche…
Pero lo más preocupante era que, paulatinamente, estaban desapareciendo los colores. Todos los objetos que lo rodeaban estaban virando al gris. Las flores del jardín de su vecina, los muebles de su casa, los paisajes somnolientos que miraba desde el colectivo en su viaje diario al trabajo, el perro que le ladraba todas las tardes, la comida que comía a desgano todos los días, la música que escuchaba, su mujer completa…
Un gran susto se dio cuando una noche de insomnio se levantó al baño y el espejo le devolvió una cara cenicienta. Miró mejor y vio que todo él estaba gris. Gris aburrido, gris tedioso, gris rutina, gris obligación, gris problema, gris opaco. José el gris era.
Estaba muy deprimido y ese estado le impedía volver a estar coloreado. Le faltaban ganas, entusiasmo, pasiones… y dentro de todo, el gris no era tan feo, pensaba José.
Es más, hasta se convenció que el gris era un bello color. A veces encontraba un gris clarito que lo excitaba o un gris oscuro que todo lo todo intensificaba y por un momento sentía que era un tipo feliz.
Una mañana gris, llegó tarde a su oficina, se sentó en su escritorio, prendió su computadora y se puso a trabajar. A media mañana se acercó Celeste, la chica más simpática y bonita de todo el lugar y le dijo:
- Hola José. Ya empezaba a extrañarte. Este lugar es tan gris sin vos.
Y le regaló una bellísima sonrisa de dientes blancos.

Era un día hermoso… y el cielo se dejaba ver tan celeste por esa pequeña ventana de su oficina...