PORQUE TODOS TENEMOS ANTOJOS

martes, 21 de febrero de 2012

Destiempos

Y de pronto, transparentes.
No existe la búsqueda.
Nunca existió.
Desde el principio fuimos juntos.
El génesis con vos. El fin con vos.
Por eso no es espera,
por eso no es tiempo lo que vivo
(sin tu presencia)
es sólo el preámbulo.

Cuando nos encontremos de nuevo,
allá, como siempre, otra vez,
estaré dispuesta, ansiosa,
deseando volver a verte
(ahora si con mis ojos)
creándome para sentirte
(ahora si con mi cuerpo)
muriendo para nacer, como antes.



lunes, 6 de febrero de 2012

Cuento I. Ocho anécdotas

Ocurrió una mañana de verano, en un barrio de la costa de la ciudad. Un hombre chico y enjuto y muy viejo -un viejito de los de antes, de esos que ya no vienen- vacilaba sin atreverse a la aventura de cruzar una calle ancha y de mucho tránsito. Un joven se le aproximó:

- ¿Quiere que lo acompañe, Don?
El viejito -sombrero de paja negro; pesado, nudoso bastón demasiado grande para él; lentes de armazón metálica y cristales como de catalejo; modestísimo y pulcrísimo traje claro que no prescindía del chaleco con su reluciente cadena que vinculaba, es de suponer, una moneda en desuso y un reloj de dos tapas- aceptó:

- Pues si - con un acento que un español muy probablemente hubiera reconocido como madrileño.
El joven tomó del brazo al viejito y ambos emprendieron a cruzar la calle. Llegados a puerto en la vereda que había sido la de enfrente, la endeble y agradecida voz casi seguramente madrileña dijo con dulzura, sin broma o sombra de broma alguna, muy sincera:

- Que el Señor te lo pague, hijo mio, con una novia bien puta.


Mario Arregui