PORQUE TODOS TENEMOS ANTOJOS

sábado, 4 de junio de 2011

La Creación

Dos muchachas esperan que abran la cortina del local donde trabajan, acurrucadas sobre sí mismas, mascando chicle con la cara asqueada y de nada que tienen las vacas cuando rumian.
Maldito trabajo.

Un hombre en la puerta de una remisería mira pasar a un perro al trote, feliz, moviendo la cola y piensa que el animal seguramente es más dichoso que él.
Malditas preocupaciones.

Una mujer gorda y lenta carga dos bolsas, una en cada mano, equilibrando un peso que apenas soporta sobre esas piernas dóricas.
Malditas úlceras.

En la puerta de un banco, se acumulan personas con rostros cansinos, arrugados, lacónicos, asqueados. Unos detrás de otros, contra la pared, esperan que sean las 10:00 para cobrar su jubilación o pagar impuestos.
Maldita vejez.

Un mendigo sucio y con los pantalones bajos pide limosna y camina errante. Algunas personas se detienen a mirarlo, espantadas, curiosas, pero sólo eso.
Maldita pobreza.

Liviana por dentro y por fuera, dice el cartel.
Lenguas ausentes, reza un graffiti.

Mientras los demonios hacen estragos en un alma herida, dos mariposas se posan en mi ventana, obscenamente impúdicas, se acoplan.
Sus colas están enfrentadas, como los dedos de Miguel Angel.
Apoyo mis codos en la mesa y la cara descansa entre mis manos.
Me quedo mirando hasta que se van, volando, cada una por su lado.

Y yo me sigo sorprendiendo, cada segundo, todavía, con el esplendor de la vida.